Buena Crónica de Metallica por: José Gutiérrez Peralta (kraken)


METALLICA: PARAFERNALIA Y THRASH  A LA ANTIGUA

Por: José Gutiérrez Peralta (kraken)

“Metal bajo tu culo”, rezaba la frase del retrete gigante que adornó, durante los últimos minutos el escenario donde la banda estadounidense Metallica dio el segundo de ocho conciertos soldout en esta capital.
    Vayamos por partes: El legendario cuarteto de rock (fundado por el cantante y guitarrista James Hetfield y el baterista Lars Ulrich) cumple este año tres décadas de cercenar los oídos de multitudes cuyo fanatismo (al menos en el caso de nuestro país) no parece tener caducidad.
Treinta años transcurridos de evoluciones e involuciones. Odios desmedidos y adoraciones extremas ha inspirado alrededor del mundo este grupo que se disputa, junto con Iron Maiden, el cetro de mayor popularidad dentro de su género. Cierto que muchos de sus antiguos seguidores, aún hoy no les perdonan el cambio radical que los “Metálicos” dieron a su estilo (tanto musical como ideológico) desde principios de los noventa a la fecha.
Con millones de discos vendidos, conciertos masivos por doquier, sencillos ocupando algún lugar del top ten y ese sonido “trashero”  hace mucho adoptado por el “mainstream”, a los otrora Cuatro Jinetes poco les importa el desprecio de sus viejos admiradores. Y quienes agotaron el boletaje para sus ocho fechas en el Palacio de los Deportes; tampoco parece importarles mucho.

Lunes en la tarde. Llegar a las inmediaciones del Palacio de los Deportes y caminar por pasillos atestados de puestos con “merchandaising” no oficial del concierto. Ver a cientos de chavos “indumentarianegraforever” (aunque curiosamente no tantos “matudos” como uno imaginaría) preguntando el precio de playeras relativas a esta gira: “El Arsenal Completo”, frase acompañada por tres equis (¿Metallica porno?) y un collage con portadas de todos los álbumes.
Los precios iban de cien a doscientos pesos, y veinte los vasos tequileros, nomás por no dejar. Entrar al esférico y feo recinto, previa entrega de boleto a polis y chavas aburridas con aparato checatickets en mano y descubrir el escenario justo al centro de la pista. A diferencia de la anterior gira, en 2009, no hay aquí pantalla gigante pero sí una serie de artefactos extraños colgando a unos metros del escenario, junto a reflectores con forma de sarcófagos “deathmagnéticos”. El Palacio de los “rebotes” llenándose poco a poco en sus diferentes niveles. Mientras un puñado de técnicos hacían cuasi malabares sobre cables que los conducían a los  artefactos ocultos al ojo fanático. Algunos metaleros “cheleros” comenzaban a bromear diciendo que eran los “spider man de petatiux”. Otros, en especial chavas, comenzaban a quejarse de que el escenario estaba muy abajo y “no iban a ver nada”. El público esperaba pacientemente y una vez más, se confirmaría que los metaleros tienen esa interesante dualidad que oscila entre lo bestial y agresivo, y lo más cándido e infantil: hacían olas, utilizaban cantaletas futboleras para corear el nombre de sus ídolos, platicaban de cómo conocieron a su novi@ en un concierto anterior…Todo cobijado por un calor harto heavy metal. 
     Sería hasta las nueve cuarenta de la noche que Hetfield, Ulrich y compañía, saldrían al escenario, previa introducción de Ennio Morricone y ¡órale! a refinarse “Creeping Death” seguida de la portentosa “For whom the bell tolls” y ya era de preverse que los “metálicos” harían un recorrido por su historia “trasher-heavy-baladera-numetalera” de treinta ayeres.
Con todo, brillaron por su ausencia (por fortuna) temas de los discos “Load” y “St Anger”. Metallica decidió apostar a lo seguro con las rolas que más prenden a su público: “Fue”l, “Master of Puppets”, “Enter Sandman”, “Welcome Home” y “Nothing Els.  En cada una de ellas, un elemento de parafernalia, surgiendo arriba o abajo del escenario, ilustraba cada tema: Los “reflectores-ataúdes” descendiendo durante “Cyanide” pequeños telones proyectando siluetas de soldados durante “One”. La estatua de la Justicia armada y destrozada durante “And Justice for all”.
Parafernalia que seguro le servirá al grupo para apantallar a los espectadores de su futuro video 3-D, pero que en opinión de muchos presentes, no es en absoluto necesaria, y en cambio se hubiera preferido que por una vez la horrible acústica del recinto esférico fuera menos mala. Hetfield, aunque ya se le notan los años encima, se mostraba ágil cual (valga la expresión) corredor olímpico alrededor del escenario, de un micrófono a otro, tratando de gritar con la misma enjundia que en aquellos años ochenteros; Ulrich, en una batería giratoria que dejaba ver su creciente calva, aún con su “vedettismo insufrible”, sigue siendo efectivo golpeando tambores; Robert Trujillo, sin llenar los zapatotes del difunto Cliff Burton pero mejor asentado en la banda que el gris Jason Newsted (anterior bajista), le echaba los kilos frente a sus semipaisanos, y Kirk Hammeth limitándose a ordeñarle chirridos imposibles a su guitarra eléctrica. Un aparente “problema técnico” al finalizar “Enter Sandman” (y lo dejo así para quienes estén por asistir a las otras fechas) llevó al grupo a tocar a semioscuras la penúltima rola de la noche, como un homenaje nostálgico a sí mismos cuando sólo tocaban en antros de mala muerte. Finalizaron, con la iluminación normal del Palacio, con Seek and Destroy, que provocó un espontáneo slam en un público hasta ese momento más preocupado en “filmar” con su celular al grupo que en “deschongarse” de veras. Una gran taza de baño con una espada surgiendo de ella dio por concluido un concierto que pudo estar mejor con menos efectos especiales y más espontaneidad, aunque bueno, no son lo mismo los Four Horsemen que 30 años después. No lo sé supongo…

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